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El perfil de la mujer de Dios: un discurso que fundamenta la violencia contra la mujer

En este trabajo, llamado El perfil de la mujer de Dios: ✝️ un discurso que fundamenta la violencia contra la mujer, Brenda Santos y Débora Segura exploran la relación entre el discurso occidental religioso y los procedimientos de control y exclusión hacia las mujeres. 

Para ello, analizan un libro que indica cómo deben comportarse las mujeres, escrito por Edir Macedo… Sí, el líder de la millonaria Iglesia Universal del Reino de Dios, mejor conocida en su versión televisada como “Pare de sufrir” (¿Quién no llegó a escuchar este programa cuando no podía dormir?).

El pastor más rico del mundo, amigo de Bolsonaro y que controla numerosos medios enseña a las mujeres cuál debe ser su comportamiento. Las autoras del análisis identifican tres elementos fundamentales en el deber ser de la mujer cristiana según este sabio señor: su aspecto, su palabra y la sumisión, y encuentran que, además, suele apelarse a esos valores en los medios para justificar y la violencia hacia ellas y culpabilizarlas.

Infiltradxs en el vacío: lenguaje y educación. Invitación a la lectura del capítulo «El dispositivo pedagógico», de Basil Bernstein.

Por Agustina D’Andrea

Este texto forma parte de la obra Pedagogía, control simbólico e identidad (Pedagogy, Symbolic Control and Identity), publicado en el año 1996. Es la última obra de Basil Bernstein, sociólogo y lingüista inglés (1924-2000). No es casual que mencionemos sus dos titulaciones, puesto que ambas formaciones serán fundamentales para que Bernstein pueda construir la idea sobre la que trabajará toda su vida: el desarrollo de una teoría de la educación desde un punto de vista sociológico.

Cabría preguntarse por qué incluimos un teórico de la educación en una serie de reseñas sobre los estudios del lenguaje. Como sostenemos desde Lingüística Crítica, la construcción de nuestra disciplina ha sido monopolizada por un punto de vista que podría llamarse positivista, según la clasificación de Volóshinov. Esto tiene como consecuencia que lo que en el imaginario social se entiende por «lingüística» esté muy escindido de las cuestiones políticas, sociales y culturales, y muy ligado a la idea de norma y estructura formal (y sostendremos que la función política de instituciones como la RAE está estrechamente ligada a la construcción de este «imaginario social» respecto de la lingüística). De este modo, la «gramática» es vista como un conjunto de reglas formales, rígidas, sin relación alguna con las prácticas de la sociedad. En este sentido, la obra de Basil Bernstein, y particularmente el capítulo que estamos reseñando, viene a echar luz sobre diversas problemáticas sociales que se materializan en cuestiones lingüísticas.

En concreto, en este capítulo el autor reflexiona sobre lo que denomina «dispositivo lingüístico», para luego plantear una analogía con el «dispositivo pedagógico». Bernstein sostiene que la educación es reproductora de las desigualdades de clase, género, raza, región y religión, y realiza una crítica a los estudios que suelen encargarse de lo que la pedagogización del conocimiento científico transporta o transmite, dejando de lado la constitución de ese comunicador. Es decir, no suele reflexionarse sobre quién selecciona lo que debe enseñarse en la escuela, de qué manera transforma ese discurso científico en un discurso pedagógico transmisible en la escuela, por qué, para qué (a esto lo llama reglas distributivas del dispositivo pedagógico), cómo más tarde ese discurso es transmitido dentro del aula (lo que denomina reglas recontextualizadoras, porque presentan el discurso científico en la escuela, es decir, fuera de su campo de acción), y cómo este discurso se convierte en una herramienta de regulación social (a lo que llama reglas evaluadoras). Para el autor, la comunicación pedagógica, si bien suele considerarse una portadora aparentemente «neutral» de ciertas destrezas, es transmisora de mensajes ideológicos y relaciones de poder.

En este trabajo, el dispositivo lingüístico es definido como un sistema de reglas formales para las diversas combinaciones que efectuamos al producir mensajes. Bernstein le critica a Chomsky que, para explicar la adquisición del lenguaje, este toma en cuenta el nivel social –al considerar la interacción social como un requisito necesario para la adquisición–, pero no el nivel cultural –es decir, las diferencias entre las diversas sociedades, o incluso las diferencias dentro de una misma sociedad–, y por lo tanto, según el aparato chomskiano, en una sociedad todes adquirirían la misma lengua. Bernstein refuta esta idea con la propuesta de la noción de códigos amplios y restringidos, desarrollada en otro trabajo que recomendamos: La estructura del discurso pedagógico (1990), libro que constituye el último volumen de su obra en cuatro partes Clases, códigos y control.

Una de las preguntas principales que formula el autor en el capítulo que estamos comentando es si el dispositivo lingüístico es «neutral» o no, si no es posible que él mismo tenga una función reguladora intrínseca, sobre lo cual afirma: «En el nivel más prosaico, es evidente que la tiene, porque el dispositivo incluye en su sistema algunas distinciones fundamentales, en particular las clasificaciones de género. Por ejemplo, la oposición a la discriminación de género se hace difícil por el sistema de clasificación del lenguaje mismo. Puede resultar muy difícil suprimir o reemplazar las distribuciones de clasificación que efectúa el lenguaje», y ejemplifica, para el inglés, con la palabra mastery, que significa «dominio» o «superioridad» en algún campo de conocimiento o práctica, y proviene del término master, cuyo significado es «señor». De esta misma manera, nosotres podemos ejemplificar, para el español, con el llamado «masculino genérico» (o como a la RAE le gusta mal llamarlo ahora, «masculino inclusivo», un evidente oxímoron). De este modo, Bernstein sostiene que la adquisición del dispositivo lingüístico está libre de ideología, pero sus reglas no lo están.

Luego de la comparación del dispositivo lingüístico con el pedagógico, una segunda cuestión interesante que aparece en este capítulo es la relativa al control de lo impensable. Bernstein plantea un modelo teórico para describir el dispositivo pedagógico y sostiene que hay tres tipos de reglas que lo gobiernan. Las primeras son las reglas distributivas, que son las que distribuyen el conocimiento: qué se enseña a quién. El lenguaje permite dos clases de conocimiento: lo pensable y lo impensable, el conocimiento ya existente y el conocimiento aún por producirse. En las sociedades actuales, el control de lo impensable radica esencialmente en los niveles superiores del sistema educativo. El control y la gestión de lo impensable corren a cargo de instituciones superiores de enseñanza, y la gestión de lo pensable corre por cuenta de los sistemas de primaria y secundaria. Hoy se podría agregar que también lo pensable corre por cuenta de instituciones de nivel terciario y algunas carreras universitarias técnicas o eminentemente prácticas, e incluso de aquellas instituciones universitarias con carreras humanísticas, pero tendentes a la reproducción del conocimiento, no a la formación de investigadorxs. No es casual que exista una marcada división en el ámbito académico entre la formación docente y la formación para la investigación.

Lo que sostendrá Bernstein es que las relaciones de poder distribuyen lo pensable y lo impensable, seleccionando los grupos que acceden a uno y a otro: las políticas educativas, lingüísticas y de todo tipo buscan regular el espacio de lo impensable, puesto que la distribución de poder político y económico depende de ello. Sociológicamente hablando, estas normas distributivas de la educación regulan la producción de discursos –quién produce el conocimiento y quién lo recorta, adapta y amolda para ser enseñado en la escuela–, creando un campo especializado que cada vez es más controlado por el Estado, e incluso hoy, por las grandes corporaciones. Por brindar solo dos ejemplos, la empresa Monsanto invierte en (tiene un «convenio de investigación» con) la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, y parte de la financiación de la RAE proviene del Grupo Telefónica.

Afortunadamente, Bernstein fue un optimista –este calificativo se lo «robé» a la Dra. Julia Zullo, investigadora de la Universidad de Buenos Aires– que consideró que ese espacio de lo impensable puede ser una suerte de grieta por donde «infiltrarse en el vacío», un lugar de posibilidades alternativas, «impensables», para generar un cambio. Desde Lingüística Crítica invitamos a todxs nuestrxs lectorxs a que formen parte de ese cambio.

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Hacia una teoría materialista del lenguaje. Invitación a la lectura de El Marxismo y la filosofía del lenguaje de VALENTÍN Nikoláievich Volóshinov

La realidad concreta del lenguaje en cuanto discurso no es el sistema abstracto de formas lingüísticas, ni tampoco una enunciación monológica y aislada, ni el acto psicofísico de su realización, sino el acontecimiento social de interacción discursiva.

Volóshinov, El marxismo y la filosofía del lenguaje

Como construcción disciplinar, la lingüística (querría apodarla general, no sé qué tan adecuado sea el adjetivo) ha elegido los hitos sobre los cuales establecer un antes y un después en su propio objeto y método. Nadie podría negar que El curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure tiene un lugar especial en esta narración histórica, pues fue justamente ella la que asentó el método y el objeto de la lingüística estructuralista, gracias a la cual hemos desarrollado la mayor parte de las corrientes modernas de nuestra área. Similar lugar, se puede decir, tendrán obras como Estructuras sintácticas de Noam Chomsky.

Otras obras, sin embargo, han pasado desapercibidas en esta narración historiográfica, ya sea como parte de un descuido o como un proyecto ideológico. Digo esto último porque me parece que es un claro proyecto ideológico desatender esta obra. A ello hay que sumar que la autoría de este texto ha sido puesta en duda por varios autores. Durante muchos años se ha considerado que fue Mijail Bajtín el verdadero autor El marxismo y la filosofía del lenguaje, publicado en una época en la que la censura estalinista le impedía desarrollar su modelo de análisis hermenéutico. Sin embargo, ya en otras ocasiones ha sido puesto de manifiesto que en realidad este autor debió crear el mito de que Volóshinov fue un prestanombres suyo. De esta manera, esta obra ha sido suplantada por el artículo “El problema de los géneros discursivos”, en donde Bajtín resume algunos de los postulados de Volóshinov, aunque desde una perspectiva mucho más idealista. Además de esto, la obra ha sido completamente olvidada dentro de la academia mexicana (tan adepta al estructuralismo norteamericano). Esta invitación a su lectura busca que el texto de Volóshinov sea conocido entre les jóvenes estudiantes de lingüística para terminar con este sesgo.

Volóshinov fue un joven lingüista soviético que en 1929 publicó la primera edición de El Marxismo y la filosofía del lenguaje como un comentario crítico a las que reconoce como las dos líneas principales de la lingüística: una positivista, formada justamente por Saussure y sus alumnos, y otra idealista, de la que Karl Vossler (lingüista alemán fundador de la estilística) era el principal representante. Ante ellas, el autor reconoce una tercera rama (en la que él mismo se adscribe) que será la materialista. A mi parecer, este primer reconocimiento es fundamental para entender que existe también una filosofía de la lingüística (no del lenguaje, que es algo distinto) que en su teorización va conformando los intereses y métodos de las diferentes corrientes dentro de la disciplina, a la par que las coloca en un debate mucho más amplio centrado en una discusión epistemológica que en muchas ocasiones se obvia dentro de la lingüística.

Reconociendo estas distinciones, Volóshinov se centra en establecer algunos principios de lo que tendría que ser una lingüística materialista. Para el autor, replicando a Saussure, el foco es el signo lingüístico, pero a diferencia del tratamiento que el ginebrino hizo de este, para Volóshinov el signo tiene también una dimensión ideológica en la que conviven de manera conflictiva los intereses de clase tanto del proletariado como de la burguesía. Desde esta perspectiva, la lengua es una manifestación de la lucha de clases teorizada por el marxismo a la par que es un objeto social que se modifica en el propio uso del lenguaje en cada clase social. Este hecho es fundamental para entender que el lenguaje es un mecanismo social a través del cual se reproduce la conciencia humana y cobra su dimensión material (es decir, a través de una praxis específica en la que el lenguaje es fundamental).

Esto le permite desarrollar su más famosa aportación a la lingüística: la categoría de ‘género discursivo’, que Bajtín hará famosa más tarde. Para Volóshinov, el género discursivo se encuentra condicionado por esferas de la praxis humana que a su vez se encuentran condicionadas por las formas de producción y la formación social específica en la que el discurso se desarrolla, las cuales “determinan todos los posibles contactos de los hombres, todas las formas y modos de su comunicación verbal” (Voloshinov, 2009: 41). La relación existente entre las formas discursivas y las situaciones en las que se emiten, así como la determinación de la formación social sobre estas esferas de la praxis o constelaciones discursivas –que por lo tanto están influenciadas por el modo de producción, las relaciones sociales de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas, así como por lo que en la teoría clásica marxista se llama ‘superestrucutales’– implica que estas formas son específicas de un momento histórico determinado. De esta manera, para Volóshinov el acto lingüístico es siempre un acto histórico y social, contrario a la teorización hecha por Saussure. Finalmente, Volóshinov pone a prueba sus consideraciones materialistas a un caso específico del lenguaje sobre el discurso referido. Su análisis será fundamental posteriormente para el trabajo de Roman Jakobson y la llamada Escuela de Praga.

Fincados como estamos en un momento en que un sector amplio de lingüistas reconocen la necesidad de modificar la perspectiva desde donde analizamos el lenguaje, las líneas analíticas desarrolladas por Volóshinov son fundamentales para entender la relación de la lengua con la sociedad, misma que, desde la perspectiva estructuralista, se niega o se reduce.

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